Cañas y Barro: 69
none Pág. 69 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El codicioso tabernero usaba con el mayor aplomo de estos recuerdos, insistiendo sobre el cariño fraternal que su mujer sentía por el joven. Luego apeló a una resolución más heroica. Si dudaba de él, si no lo quería por compañero, llamaría a Neleta para que le convenciese. Seguramente que ella lograría atraerlo al buen camino. ¿Qué...?, ¿la llamaba? Tonet, seducido por estas proposiciones, dudó antes de aceptarlas. Temía las murmuraciones de la gente; pensaba en su padre, recordando sus severos consejos. Miró en torno suyo, como si pudiera inspirarle el aspecto de la gente, y vio a su abuelo que desde lejos le hacía signos afirmativos con la cabeza. El barquero adivinaba las palabras de Cañamel. Justamente había pensado en el rico tabernero para que fuese su auxiliar. Y animó a su nieto con nuevos gestos. No debía negarse: aquél era el hombre que necesitaban. Decidióse Tonet, y el marido...
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