II. Europa y sus monarquías

26/01/2011 4.203 Palabras

El hijo póstumo Su nacimiento constituyó un hecho lamentable. Años después, el mismo Rousseau diría que éste fue el primero de sus largos infortunios, ya que a consecuencia del parto su madre perdió la vida. El mismo Jean-Jacques nació débil y enfermo a causa de un embarazo que se prolongó más de lo debido y que le hizo venir al mundo casi moribundo. La muerte de Susana Bernard dislocó para siempre el hogar. Isaac tardaría años en reponerse de esa pérdida, y toda la infancia de Jean-Jacques estaría marcada por la desgracia que había ocasionado su nacimiento. El padre, desconsolado, solía estrechar al niño entre convulsos abrazos y le decía: «Hablemos de tu madre, Jean-Jacques», y éste automáticamente le respondía: «Bueno, padre: vamos a llorar». Y estas palabras eran suficientes para que efectivamente el padre se derramase en lágrimas y gemidos. «¡Ay! —decía Isaac—, devuélvemela, consuélame de su pérdida, llena el vacío dejado en mi alma».

This website uses its own and third-party cookies in order to obtain statistical information based on the navigation data of our visitors. If you continue browsing, the acceptance of its use will be assumed, and in case of not accepting its installation you should visit the information section, where we explain how to remove or deny them.
OK | More info