La Cartuja de Parma: VIII
La Cartuja de Parma: I de Stendhal Menos de un mes después de su llegada a la corte, Fabricio sentía todos los dolores de un cortesano y además aquella íntima amistad, delicias dé su vida, estaba emponzoñada. Una noche, atormentado por estos pensamientos, salió del salón de la duquesa en donde parecía un amante triunfador y vagando por la ciudad, pasó delante del teatro; estaba alumbrado; entró en él. Era cometer una imprudencia gratuita, en un hombre que llevaba el traje de monsignore y bien había decidido evitar esta clase de andanzas en Parma que, después de todo no es más que una ciudad pequeña, de cuarenta mil habitantes. Es cierto que desde los primeros días se había despojado del traje oficial; por la noche, cuando no iba a ningún salón de alta importancia, iba vestido de negro como un hombre de luto. Entró, pues, en el teatro y tomó un palco de tercer piso para no ser visto. Daban I a joven hostelera, de Goldoni. Estaba mirando la arquitectura de la...
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