La corona de fuego: 25
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo VIII - En el cual se complica más el plan con un nuevo misterio Y anegóse la mirada Del soberbio paladín En aquel triple mosaico De ébano, nieve y carmín. Omar, cuya sagacidad sabia sacar partido de los más leves incidentes, como el que dejamos consignado al final del precedente capítulo, hizo aproximar a sus dos huéspedes a la parte anterior de la verja que cerraba el arco agramilado del dormitorio de la joven. Detuviéronse allí un momento y guardaron todos tres un silencio religioso. El ruido de sus pasos, lentos y casi reverentes, apagábase en la mullida alfombra y en las blancas pieles que cubrieran además el pavimento de aquel singular retrete. Y en efecto, justa debió ser la admiración que experimentara el joven, y que no pudo menos de pintarse en su rostro, a vista de aquel portento de belleza y de perfecciones, que el viejo Omar no había exagerado mucho,...
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