La corona de fuego: 28
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo XI - Armonías conyugales Por Dios que en paz dichosa No pudieran vivir reconciliados, Ni estrella venturosa, Pudo brillar hermosa En sus lares cuitados. Una noche a cosa de las doce, y cuando la familia del castillo, después de una bulliciosa velada, en que la servidumbre o gente menuda había echado, como suele decirse, el resto al buen humor, promoviendo una de esas ruidosas explosiones alentadas por sendos tragos de lo añejo, y por ese flujo tenaz de charlatanería, que al amor de un buen fuego de invierno, suele inspirarse después de una cena abundante, el conde de Altamira, solo, aislado en su cámara de honor, permanecía sumido en funeral silencio, y reconcentrado visiblemente en una meditación profunda. Una luz muy débil alumbraba aquella pieza feudal con sus lujosas tapicerías, con sus pesados cortinajes, a través de los cuales, los bustos severos de familia,...
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