La vuelta al mundo en 80 días: Capítulo XXIII
La vuelta al mundo en 80 días Capítulo XXIII de Julio Verne Al día siguiente, Picaporte, derrengado y hambriento, dijo para sí que era necesario comer a toda costa, y que lo más pronto sería mejor. Bien tenía el recurso de vender el reloj, pero antes hubiera muerto de hambre. Entonces o nunca, era ocasión para aquel buen muchacho de utilizar la voz fuerte, si no melodiosa, de que le había dotado la naturaleza. Sabía algunas copias de Francia y de Inglaterra, y resolvió ensayarlas. Los japoneses debían, seguramente, ser aficionados a la música, puesto que todo se hace entre ellos a son de timbales, tamtams y tambores, no pudiendo menos de apreciar, por consiguiente, el talento de un cantor europeo. Pero era, quizá, temprano, para organizar un concierto, y los difetanti, súbitamente despertados, no hubieran quizá pagado al cantante en moneda con la efigie del mikado. Picaporte se decidió, en su consecuencia, a esperar algunas horas; pero mientras iba caminando,...
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