XIII. Arte y amor entre la guerra y la paz
Se acelera el proceso creador Col. de la familia Abrams, Nueva York. Maternidad (1921). Habiéndose cruzado en el camino con un grupo de caballos destinados a la guerra, fueron caballos lo primero que dibujó al acomodarse en Les Voliéres. La retina de Picasso es portentosa y traslada al papel o al lienzo lo que recoge mucho antes, con todo detalle. Después crea una serie de figuras femeninas en actitudes desesperadas; las extrañas formas, las naturalezas muertas, son también reflejo de su estado, así como las esculturas, en constante transformación, dentro de una desbordante concepción de temas. Da la impresión de ser un demente que persigue enloquecido a todas las formas de expresión al mismo tiempo. Pero no es un loco, sino un genio. Todo el mundo está de acuerdo. La cercanía del mar le serena y espera vivir en paz, dedicado al trabajo y al amor presente. Vuelve a París para recoger algunos útiles de la calle de la Boitie; empiezan a escasear los materiales plásticos y se abastece como puede de cuanto necesita. Pero no es cosa fácil y trabaja a veces con dificultad, utilizando otros elementos para proseguir su labor. La casa puede ser bombardeada, requisada… Y hace un nuevo viaje para poner lo mejor bajo la custodia de un Banco, obras suyas y de sus compañeros Matisse, Renoir, Cézanne, Rousseau, de incalculable valor. La vida cultural está casi detenida y apenas hay otra cosa que hambre y destrucción. Como contraste, en otros lugares del mapa, como Nueva York, la vida marcha a su ritmo normal y Alfredo Barr organiza para el Museo de Arte Moderno una exposición retrospectiva de Picasso, con 362 obras de los últimos cuarenta años: paisajes y retratos de Dora, Maya, Mallarmé, de Góngora y Machado y también el gran Guernica. La acogida, excelente y provechosa, no le emociona. Está nostálgico de París y su mundo, y en la primavera de 1940 pasa una temporada en la Boetie y visita los cafés donde se reúnen los amigos, en una especie de liberación de su aislamiento en Royan. Tiene su preferencia el café Flore, donde se encuentra con Prévert, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Brassaí y Nush. Brassaí le hace unas fotos en el café Lipp, donde suele comer, con destino al Life Magazine. Pocos días después, Picasso visita en su estudio al escultor fotógrafo para ver las poses. En realidad no iba sólo por sus fotos, sino para que le mostrara otra de su colección, pues estaba considerado como un artista en el género fotográfico. Las tomadas en el París de los años treinta — golfos, prostitutas, invertidos, fumadores de opio, casas de mala nota— llamaron la atención de Picasso. Así se lo hizo saber: «Cuando se ve lo que usted expresa con la fotografía, uno se da cuenta de lo que no puede conseguirse con la pintura (…). La fotografía ha llegado en el momento preciso para liberar a la pintura de toda literatura, de la anécdota e incluso del tema…» Y ante unos dibujos de Brassaí, le anima: «Usted es un dibujante nato… ¿Por qué no continúa usted? Tiene una mina de oro y explota una de sal.» Después de esta y otras entrevistas, siempre alentando a los demás, Picasso vuelve a Royan, donde viviría casi un año.
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